La ambliopía o el ojo vago suele afectar a los niños y, normalmente, tiene un tratamiento sencillo. Sin embargo, una ambliopía no corregida puede ocasionar problemas permanentes en la visión.
El ojo vago suele aparecer en torno a los cuatro años.
Se produce cuando hay una menor entrada de luz en un ojo que en otro, que da como consecuencia diferentes calidades de visión entre ellos, ya que uno es más débil que el otro. Con el tiempo, el cerebro puede “aprender” a ignorar las imágenes recibidas del ojo débil, y sólo procesa aquellas que recibe del ojo fuerte.
¿Por qué sucede? – El ojo perezoso es resultado de diferentes condiciones que afectan a la vista:
Estrabismo: Problemas de los músculos oculares que pueden conducir a una mala alineación de los mismos.
Hipermetropía o miopía severa: La incapacidad de uno de los ojos para enfocar correctamente puede forzar al ojo más fuerte a trabajar más y hacer al otro más perezoso.
Cataratas congénitas: Por lo general, están presentes desde el nacimiento. Cuando un niño tiene una catarata congénita en un ojo, la visión del mismo puede estar nublada, forzando al otro a trabajar más.
No hay síntomas específicos para detectar el ojo vago pero, como los niños tienden a ver menos claramente con el ojo afectado, los padres pueden notar, por ejemplo, que el pequeño gira su cabeza cuando tiene que ver objetos distantes. Los niños que tienen ojo vago también pueden taparse un ojo o guiñarlo habitualmente.
La ambliopía puede ser diagnosticada alrededor de los cinco o seis años. Por lo general, el tratamiento del ojo vago es simple, pero suele tomar tiempo. Es fundamental resolver este problema, de otro modo, la visión puede verse afectada de manera permanente. Generalmente se resuelve poniendo al niño un parche que tape el ojo fuerte para reforzar el débil o con gafas graduadas. Si sospechas que tu hijo tiene ojo vago, es muy importante que lo vea un profesional de la visión.